sábado, 18 de septiembre de 2010

Buenos días Paternidad

Buenos días Paternidad


En una interesante conferencia de Jacques Alain Miller sobre los enigmas de los masculino, publicada en Colofón nº 14 (pgs. 34-41) bajo el título “Buenos días Sabiduría”, comenta la referencia que Lacan hace, al final del Seminario IV sobre el declive de lo viril.

Lacan toma al pequeño Hans como el paradigma de un tipo de relación sexual (de legalidad heterosexual pero de dudosa legitimidad) que empieza a ser dominante al final de la segunda guerra mundial. Es una época –bautizada por Kojève- del saber absoluto, correlativa al declive de lo viril, incluso a su desaparición. Las referencias de Kojève a las novelas de Françoise Sagan (Bonjour tristesse y Un certain sourire) refuerzan este pronóstico de “Adiós al macho”.

Desaparición que no traduce otra cosa sino el empuje a la igualdad de los sexos, al todos lo mismo de la pujante democracia americana. Lacan ya nos había advertido en 1938 (“Los complejos familiares”) del declive de la imago social del padre y ahora se completa este análisis con las consecuencias de este declive: la crisis del hombre, del que apenas quedan restos. Miller señala la homología de este fórmula con la de La mujer no existe.

Tras una interesante disertación sobre el dandismo y su gran representante, Georges Brumell, Miller concluye su conferencia señalando las similitudes de este personaje heroico con el analista que también es amo de su palabra, de su ser y de su apariencia. Y que, como hacía Brumell, causa y hace temblar a los semblantes. Su diferencia es que su condición heroica sólo lo es por su estatuto de objeto a, desecho del destino, condición que se alcanza al término de cada cura. No es esta una postura que se apoye en la identificación, sino más bien en su destitución subjetiva.


La nueva paternidad

El rasgo de ese nuevo mundo que anuncia Kojève es la uniformización, “el camino de lo homogéneo” y en ese camino parece se sitúan muchos de los semblantes masculinos que se proponen ya entrado el nuevo Siglo XXI.

Si hay un significante amo para configurar esa nueva masculinidad es el de la igualdad hombre – mujer como referencia clave. ¿Cómo caminar entonces hacia ese horizonte uniforme? Una buena solución es la de la paternidad, una nueva paternidad que se ofrece como el buque insignia de las transformaciones de la masculinidad. Se trata de una paternidad igualitaria, distinta de la tradicional, que logre el ideal de padre perfecto: aceptado por las madres, la sociedad y congruente con las aspiraciones laborales que dejan de ser protagonistas para ceder su lugar a las debilidades sentimentales y la gestión de las emociones como clave del buen desarrollo de sus hijos.

Un reciente estudio Los Hombres Jóvenes y la Paternidad dirigido por Inés Alberdi (una de las referencias españolas en sociología de la familia) y publicado por la Fundación BBVA (Bilbao, 2007) nos muestra como estos “Hombres al sol”, inútiles sin su ocupación profesional, se rehabilitan en el trabajo domestico y la crianza. Es un experiencia emocional, nueva y deseada, un antes y un después en su ser personas. Supone una feminización de lo masculino pensada como un avance social: el padre deviene un proveedor de afectos, al estilo de las madres antiguas. Y de paso implica un beneficio vital para el hombre ya que, en el régimen de la adolescencia generalizada, la paternidad –con el compromiso por el hijo- es hoy un rito de paso entre juventud y madurez, de mayor alcance que la vida en pareja o la simple emancipación.

La buena paternidad masculina se presenta como la solución a la inexistencia de la relación sexual ya que aquí sí hay una armonía (libre de violencia y competencia) que contrarresta la desigualdad de género. Este “Hombre nuevo” hará el duelo por la pérdida de la autoridad tradicional y obtendrá su nueva ganancia a través de los afectos y el cuidado de los hijos. La afectividad como expectativa dominante de la paternidad sostenible, es la clave de bóveda de este nuevo semblante y el príncipe Felipe sería uno de los símbolos de esta nueva paternidad.

“Compartir el polvo” fue el lema exitoso mediáticamente, de la campaña de igualdad que en 1998 promovió la Diputación provincial de Córdoba. Un buen ejemplo para captar que no se trata, para el varón, de hacer de la mujer un objeto causa, sino más bien de compartir esa escena fantasmática, donde los afectos y las imágenes velan las paradojas pulsionales. Una de ellas, p.e., es la curiosa relación que encontramos hoy entre las tasas de violencia de género y las tasas de igualdad de los sexos, paradoja especialmente destacable en los países nórdicos, los más avanzados en ese “camino de lo homogéneo”.