domingo, 27 de enero de 2013

Como sea, pero que funcione




La Vanguardia, Tendencias, sábado 26 de enero de 2013

La sociedad dopada

José Ramón Ubieto. Psicoanalista

La confesión de Lance Armstrong resulta un hecho revelador del creciente “dopaje” en muchos ámbitos de nuestra vida, no sólo en el deporte. Recientemente Alan Schwarz, periodista del New York Times, señalaba, en un interesante reportaje sobre el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad(“Attention Disorder or Not, Pills to Help in School”), el uso creciente de los psicoestimulantes en niños procedentes de barrios desfavorecidos como estímulo de mejora, independientemente de si cumplen o no el diagnóstico. Se trata de alumnos que presentan dificultades escolares, con bajos aprendizajes y problemas de conducta. Este hecho tiene un antecedente en el uso “cosmético” del Prozac y otros psicótropos usados por ejecutivos y profesionales liberales como refuerzo químico para afrontar la tensión de su tarea profesional.

Es conocido también el tráfico de esteroides y anabolizantes entre las tropas militares, destacadas en países en guerra, como sustancias estimulantes y fortalecedoras. A la lista podemos añadir el consumo de viagra por parte de jóvenes para garantizarse una performance sexual, compatible con el ritmo frenético de la fiesta. Sin olvidar la ingesta regular y en aumento de otras sustancias estimulantes (alcohol, cocaína).

Este consumo generalizado surge del empuje al goce instantáneo como vía de la búsqueda de la excelencia y la felicidad. Promueve así un régimen de autoerotismo que abandona a los cuerpos a sí mismos, sin más regulación ni mediación que aquella que deriva del cuerpo mismo. Eso supone gozar sin otro límite que la resistencia del cuerpo, hasta que aguante o explote como le sucedió al aspirante ruso al título mundial de sauna, Vladimir Ladyschenski, que en agosto de 2010, sufrió un colapso y falleció en el mismo lugar de la competición tras alcanzar la final.

El imperativo del funcionamiento aparece aquí como un pragmatismo radical aplicado a la “gestión” del cuerpo como si se tratase de una máquina, conectado siempre en on. Se revela como un ideal social cuya faz positiva es la excelencia y el triunfo pero Freud nos recordaba que todo ideal tiene su reverso y casos como el de Armstrong –no por casualidad el ciclismo requiere del máximo esfuerzo- nos muestran ese otro lado más oscuro. Estos días hemos conocido también que las muertes por suicidio entre los militares norteamericanos, jóvenes que someten su cuerpo al máximo rendimiento, ya superan las bajas por combate.