lunes, 1 de diciembre de 2014

Nicolás el Grande





La Vanguardia | Domingo, 30 de noviembre 2014


Leonardo DiCaprio en Atrápame si puedes borda el personaje de Frank Abagnale, americano de origen humilde, que se hizo millonario antes de los 19 años tres usurpar la identidad profesional de piloto, médico y abogado. Nos muestra allí el funcionamiento mental del delirio megalómano que, según datos de la Organización Mundial de la Salud, alcanza hasta el tres por ciento de la población.

La megalomanía se caracteriza por las ideas de grandeza que llevan a un sujeto a mentir, manipular o exagerar algunas situaciones o a las personas, a fin de conseguir sus objetivos e implica un desmedido afán de notoriedad. Freud destaca “la hiperestimación del poder de sus deseos y sus actos mentales, la «omnipotencia de las ideas» una fe en la fuerza mágica de las palabras y una técnica contra el mundo exterior: la «magia», que se nos muestra como una aplicación consecuente de tales premisas megalómanas”.

Los datos que tenemos de Fran Nicolás nos hablan de un joven que ya en la secundaria vestía de marca, a pesar de su origen humilde y que después no repara en atribuirse misiones especiales relacionadas con los asuntos políticos más candentes del país: Casa real, caso Noos, caso Pujol, incluyendo su condición de colaborador del CNI. La propia juez, al terminar la declaración, escucha atónita como él comenta que ya es trending topic y se le incauta papel con membrete oficial de la Moncloa, falsificado. No faltan tampoco los coches de lujo, la ropa cara y las consecuentes deudas que todo ello le genera y que le obliga también a estafar.

¿De donde surge este delirio de grandeza? Lacan se refiere a la megalomanía al hablar del escritor Joyce, quien se hizo un nombre propio con su obra y afirmó que ella constituiría motivo de estudio para futuras generaciones de universitarios. El origen habría que encontrarlo en una falta narcisista, una falta de la libido del ego, que es la que, en la megalomanía, se restaura de manera delirante. Este déficit del yo es el que se corrige, intenta autotratarse mediante el delirio megalomaníaco como una especie de suplencia.

Fran Nicolás, hijo de un barrio y de una familia humilde, reniega de esos orígenes y se desplaza pronto a otro barrio para transformarse en Nicolás el grande. La megalomanía es, pues,  un proceso defensivo en el que el yo intenta encubrir su sentimiento de insignificancia, su devaluación, su falta de amor por sí mismo. Se presenta como un esfuerzo desesperado por seguir existiendo, adoptando una identidad grandiosa frente al peligro de dejar de ser. Hay que pensarlo entonces como un fenómeno restitutivo para el que el sujeto no ahorra esfuerzos.

Para el megalómano él es único y los demás sobran, son incluso ridículos, Es el 'autoculto' del Uno, como señala el psicoanalista Jacques Alain Miller. Fran Nicolás, a juzgar por sus comentarios, parece sentir cómo su misión de salvador justifica la usurpación  de la identidad y las mentiras. Sus habilidades sociales, unidas a una inteligencia y falta de empatía notable, le permiten convencer a otros de la verdad de esa misión.