"No es de una indocilidad demasiado grande de los individuos de donde vendrán los peligros del porvenir humano. Al contrario, el creciente desarrollo, en este siglo, de los medios para actuar sobre el psiquismo , una manipulación concertada de las imágenes y de las pasiones, de las que ya se ha hecho uso con éxito contra nuestro juicio, nuestra firmeza y nuestra unidad moral, darán lugar a nuevos abusos de poder."
Jacques Lacan. La Psiquiatria inglesa y la guerra (1946)
TDAH: ¿movidos o enfermos?
La Vanguardia. 13/7/18. Dia Mundial de Sensibilizacion sobre el TDAH
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Todos somos ‘TDAH’
Diari de l'Educació. 13/7/18. Diari de la Sanitat. 13/7/18
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Si
somos capaces de pensar que la movilidad en la educación no es un problema,
sino una oportunidad, nuestra percepción de las conductas TDAH como
perturbadoras de un sistema y de un aula, propia del siglo XIX, cambiará.
El Día
Mundial de Sensibilización sobre el TDAH, que se celebra hoy, fue propuesto en
2012 por el profesor Russel Barkley a la OMS. Barkley es una de las
autoridades mundiales en la materia y autor de numerosos trabajos al respecto.
Es también uno de los impulsores del TDAH en adultos, consciente de que al menos
un 50% de los niños y adolescentes diagnosticados de TDAH lo seguirán siendo en
la vida adulta, a pesar de la medicación y los tratamientos que reciban de
niños.
Otro eminente
psicólogo y profesor emérito de la Universidad de Duke, Keith Conners, señaló en una
entrevista para el New York Times, que el número de niños diagnosticados con
TDAH se había elevado a 3,5 millones (600.000 detectados en 1990). Él mismo
calificó estas cifras de "un desastre nacional de proporciones peligrosas”
y añadió diversas consideraciones en su blog. El trastorno es ahora, en los
EEUU, el segundo diagnóstico más frecuente a largo plazo realizado en niños,
muy cerca ya del asma. En España,
los casos de Trastornos por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se han
multiplicado por 30 en los últimos años, sobre todo en niños de 8 a 12 años.
¿Cómo interpretar estas cifras? ¿Estamos
sobrediagnosticando y, por ende, sobremedicando? ¿El problema ya existía y
ahora somos más sensibles, tal como promueve este día mundial de sensibilización?
Tanto Barkley como
Conners, y otros muchos, dirían que efectivamente el problema ya existía y
ahora sabemos bien sus causas y su tratamiento. Se trata, aseguran, de un
problema del neurodesarrollo. Algo anda mal en el cerebro del niño/a y tenemos
evidencias científicas de su origen.
Pero la realidad es que todas las revisiones
recientes, incluidas las favorables a la
perspectiva genética (Cortese, 2012, Thapary
Cooper, 2016, entre otras) coinciden en dos cosas: la inexistencia de evidencia
genética real molecular y su convencimiento (o sea, anhelo sin hechos probados)
de que en un futuro habrá hallazgos claros de esta herencia genética. Los datos
estadísticos -que no genéticos- que tenemos (Gallo y Posner, 2016) lo único que
prueban es que de las cuatro maneras de herencia, genética, epigenética,
conductual y cultural (Jablonka y Lamb, 2005), la genética probablemente sea la
menos esperable en transmitir rasgos conductuales tipo-TDAH. En todo caso se puede
hablar de familias tipo TDAH donde hay conductas y patrones que se asemejan y
terminan nombrándose y etiquetándose como TDAH sin que haya causa genética
probada.
Es cierto que cada
vez disponemos de medidas más sensibles del funcionamiento del cerebro
(técnicas mejoradas de neuroimágenes) y por eso más fácilmente se encuentran
correlatos neuronales de las actividades seleccionadas. Es decir, podemos
fotografiar un cerebro y ver su actividad, y si comparamos dos niños
diagnosticados con TDAH observaremos que se producen efectos similares pero
esto no explica nada en términos de causalidad. Correlato, en ciencia, no
quiere decir causalidad. Es aquello que hacemos (movimientos, sensaciones) lo
que provoca esas imágenes que captamos, y no al revés.
No es descartable que
en el futuro se obtenga una perspectiva neurobiológica o genética clara del
TDAH, pero a fecha de hoy esa posibilidad parece muy remota, en el caso de que
fuera posible establecerla. Hay que recordar al respecto que ni siquiera para
algo tan prevalente como la depresión mayor disponemos de una explicación
neurobiológica mínimamente satisfactoria.
Por otra parte, y
como reconoce la propia “Guía de
Práctica Clínica sobre el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad
(TDAH) en Niños y Adolescentes” (GPC-TDAH), del Ministerio de Sanidad, los
desacuerdos actuales sobre el diagnóstico y tratamiento del TDAH son numerosos:
“No hay acuerdo en nuestro medio acerca de qué instrumentos hay que utilizar
para la evaluación de niños con posible TDAH; también existe controversia sobre
los criterios que se deben emplear para su diagnóstico.”
En resumen, a día de hoy no tenemos evidencias científicas de que eso que
llamamos TDAH sea algo rigurosamente establecido desde el punto de vista
científico.
Dicho esto, hay que decir que el TDAH haberlo, haylo. Como mínimo existe como etiqueta y como falso nombre para
designar un malestar real que presentan muchos niños y niñas, adolescentes y,
cada vez más, adultos. Falso nombre quiere decir que les
procura una identidad, un nombre que puede ayudarles a limitar eso pulsional, un
cuerpo que no para de moverse. Sin duda dice algo de lo que les pasa. Pero es
falso porque el ser humano es más complejo y sobre todo porque fijarlo a ese
“nombre” lo des-responsabiliza, en el sentido de ahorrarle (¡No soy yo, es mi
cerebro!) responder de sus actos, y le impide además inventar alguna fórmula
más exitosa para tratar su agitación.
Esa inquietud puede
tener muchas causas, algunas graves y con consecuencias importantes para la
vida de esa persona. Son esos los casos en los que debemos centrarnos desde el
punto de vista clínico. Pero en muchos otros casos, lo que los maestros y padres
pueden observar son algunas conductas que les resultan preocupantes
(impulsividad, hiperactividad, desatención) y en ese caso hay que valorar si
son un problema sólo para ellos (porque tienen un bajo umbral de tolerancia) o
si implican realmente un problema para su alumno/hijo (fracaso escolar,
conductas de riesgo,..) y por eso también se repiten en la familia y en otros
ambientes.
Nuestra hipótesis para abordar estas
situaciones, desarrollada en el libro “Niñ@s hiper. Infancias hiperactivas,
hiperconectadas e hipersexualizadas” (Ubieto y Pérez Álvarez,
2018), es que “primero, la educación” Como se trata de un
fenómeno que básicamente lo observamos en la escuela, en la mayoría de casos,
la respuesta deberá pasar primero por ver qué estrategias educativas se pueden implementar en
cada caso y en conexión con la familia y la escuela.
Analizar el contexto escolar
específico de ese niño/a teniendo en cuenta las condiciones de trabajo, la
atención, para de esta manera ver qué se puede modificar de todo esto. Porque
una de las cosas que vamos observando es que todos los procesos exitosos de
innovación educativa incluyen una cierta movilidad del alumno en el proceso de
aprendizaje, es decir, que no se constriñen al aula de forma rígida, sino que
implican trabajo por proyectos, desplazamientos organizados en torno a una
tarea.
Yo lo he constatado a pequeña escala,
pero cuando haya más datos observaremos que la prevalencia del TDAH disminuye
simplemente modificando las estrategias educativas. Implica un tipo de
interacción y de aprendizaje distinto. Si somos capaces de pensar que la movilidad
en la educación no es un problema, sino una oportunidad, nuestra percepción de
las conductas TDAH como perturbadoras de un sistema y de un aula, propia del
siglo XIX, cambiará.
A partir de ahí, una vez que lo
educativo está en juego, se pueden encontrar fórmulas de colaboración, prácticas colaborativas que también
pueden incluir al psicólogo si es que hay algo que desborda al marco de la
escuela. Sobre todo cuando esas conductas también se pueden presentar en la
familia y en otros lugares. Y si es necesaria, finalmente también la
medicación. Pero tomar el eje de lo educativo como central, y después ir viendo
qué otros elementos alrededor de lo educativo se pueden situar, permitiría
des-psiquiatrizar un poco el TDAH, porque hoy se ha producido el fenómeno
inverso: la psiquiatrización de la escuela.
José R. Ubieto. Psicoleg clinic i psicoanalista.
Profesor de la UOC. Miembro de la Asociacion Mundial de Psicoanalisis. Autor de
“TDAH. Hablar con el cuerpo” (EdiUOC, 2014) i co-autor de Bullying. Una falsa
salida para los adolescentes (Ned, 2016) i Niñ@s Hiper. Infancias
hiperactivadas, hiperconectadas e hpersexualizadas. (Ned, 2018).