jueves, 12 de febrero de 2015

Estrategias para cuidar (se)



La Vanguardia. Viernes, 13 de febrero de 2015



Cuidar al otro es uno de los vínculos más primarios entre seres humanos. Freud ya se refiere a ello en “Psicología de las masas” cuando afirma que en la vida anímica individual, el otro aparece integrado siempre como modelo, auxiliar, adversario o como objeto. El infans es, para sus progenitores, ese objeto de cuidados, necesarios para su subsistencia pero sobre todo para devenir un sujeto capaz de desear y amar.

Ese lazo que se construye alrededor de los cuidados es intenso y no ahorra sentimientos ni emociones y por ello a veces toma formas patológicas. Una consecuencia de los cuidados, cuando estos son persistentes y con cierto grado de incondicionalidad, es el llamado burn-out (quemado). La sensación de que uno no puede más con esa tarea. Esa impotencia se acompaña de sentimientos de culpa por desfallecer pero sobre todo, y estos son más inconscientes, por renunciar al propio deseo, a aquello que a uno le apetecería y que su tarea de cuidador ha dejado de lado.

La crisis ha aumentado las demandas de cuidar y éstas recaen generalmente en las mujeres. Para muchas resulta difícil decir no a un pedido de ayuda cuando se refiere al cuidado de un ser querido (nietos, hijos o padres) porque el rechazo genera siempre el sentimiento de pérdida del amor del otro rechazado. Poder decir no, al menos de vez en cuando, es una manera de limitar ese burn-out sin por ello romper el vínculo. Acotar, en definitiva, lo incondicional, poniendo algunas condiciones (horarios, días,..).

Otra medida puede ser limitar la omnipotencia compartiendo la tarea y pidiendo a otros familiares o amigos apoyo. Reconocer los límites frente a esa tarea no nos vuelve impotentes, más bien nos procura potencia.

Finalmente, entre cuidado y cuidado hay que respirar para no ahogarse. No renunciar al deseo propio es la mejor fórmula para cuidarse y poder así apoyar al otro.