lunes, 11 de septiembre de 2017

¿Por qué tienen tanto éxito las Instagram stories entre los adolescentes?


La Vanguardia. 07-09-2017 

http://www.lavanguardia.com/vida/20170907/431093012880/por-que-tienen-tanto-exito-las-instagram-stories-entre-los-adolescentes.html

España es el cuarto país que más uso hace de la red social Instagram, red con más de 600 millones de usuarios en todo el mundo y que crece a un ritmo de 200 millones nuevos cada año. Para los adolescentes y jóvenes de 14 a 24 años es ya la red más usada por encima de otras como Facebook, Youtube o Twitter. Ha desbancado en poco tiempo a Snapchat, líder en las stories, collages de fotos que los usuarios muestran y que sus seguidores pueden consultar sólo durante las siguientes 24h. ya que a partir de entonces desaparecen.

¿De donde viene tanta pasión por mostrar las stories?
Y digo mostrar porque no se trata de contar historias con palabras. Como decía el post con el que la compañía anunciaba esta nueva función de su red: “no te preocupes por la acumulación (de mensajes). Ahora puedes compartir todo lo que quieras durante todo el día, con tanta creatividad como desees. Las fotos y los videos desaparecerán después de 24 horas”

Esa es una de las claves: mostrar imágenes, sin apenas palabras, sabiendo que no dejarán huellas de la que hacerse cargo luego. En una cultura de la imagen y del cuerpo como proveedores de identidad y reconocimiento, Instagram es el escaparate perfecto para mostrar que se tiene buena imagen y se aspira a no pasar desapercibido, lo que equivaldría a ser un friki o un marginado.

La proliferación de estas imágenes, incluidas las selfies que lo inundan todo y que han obligado incluso a muchos museos a inventar “soluciones” para no colapsar las visitas, es un síntoma de esta identidad que huye y se difumina como las stories de Instagram. A más dificultad para hacerse una idea de si mismo, huérfanos de referencias más tradicionales ligadas a significantes sólidos (patria, familia, trabajo), los sujetos actuales necesitan retratar y retratarse permanente para que se les vea. El anonimato global nos rempuja a todos a la sobreexposición.

¿Y que “cuentan” esas stories? Nada especial: lo que han comido, la copa con los amigos, la piscina donde se han bañado o su nuevo peinado. Cuentan, en definitiva, que ellos también ‘cuentan’ en el mercado del goce y el consumo. Muestran que son capaces de satisfacerse sin perder nada. El 60% de los usuarios de Snapchat declaraban que les encantaban las stories porque “así no se perdían nada de lo que pasaba”.

Si algo nos horroriza hoy es el aburrimiento, perder el tiempo, que pase sin que estemos gozando. De allí que la felicidad se ha vuelto un imperativo más que unas aspiración. La nueva religión de los gadgets ya no se contenta con las promesas de satisfacción diferida de las viejas religiones. Los devotos actuales quieren la felicidad ya, instantánea, aunque se esfume a las 24h. Ya vendrán otras stories en esa hiperconexión non stop.

Toda esta historia no es casual, obviamente. Es una oportunidad clara de negocio y allí el marketing digital diseña estas redes a su antojo. Las innovaciones que incluye, como por ejemplo la localización y los hashtag en Instagram stories, no son inocentes. Gracias a ellas, las empresas pueden localizar sus clientes dándoles acceso fácil al mercado y visibilizando de esta manera sus ofertas.

El sujeto se vuelve así objeto, sujetado e hipercontrolado mediante algoritmos que le “orientan” en el laberinto digital. El Big Data no para y cuando uno ha colgado su storie le aparece la lista de los que la han visto, curiosamente no los primeros ni los que más la han visto. Primero aparecen sus “amigos”, los habituales con los que comparte más interacciones. Igual que en todas las otras redes sociales, Mr. Algoritmo trabaja para rodearnos de los que nos reconocen y reconocemos. Por eso mismo las stories no admiten likes ni comentarios públicos, solo mensajes privados.

Como me decía un joven paciente, Instagram stories es como un diario que a algunos les quita el sueño (insomnio) y los mantiene en ascuas (ansiedad) sobre cómo “los verán” los otros y que historias contarán luego de ellos.

¿Su futuro? Seguramente efímero y caduco, como conviene a la era digital, pero con sustituto asegurado por un nuevo algoritmo más eficaz.