La Vanguardia, sábado 13 de abril de 2018.
¿Todo el mundo es loco?
Las
personas van y vienen por la vida, a ratos liadas en su trabajo, sus relaciones
o su familia. Otras, perdidas en sus cosas y, a veces, desorientadas en sus
deseos y con dificultades para apañárselas con su pareja, su oficio o la
convivencia social. Algunas de ellas se hacen oír en su queja ruidosa y otras,
en cambio, pasan discretamente con su malestar y sus limitaciones
ordinarias.
Eduardo
trabaja hace años de jefe de recepción en una empresa y cada día se ocupa de
verificar que todo quede bien cerrado y en su sitio. Cuando no ha podido ir al
trabajo, por motivos de fuerza mayor, ha llamado insistentemente para
asegurarse que todo está correcto. No lo hace por cobrar más, ni por recibir
compensaciones. Es su trabajo y también su vida. Sin ese lugar en el mundo “no
sería nadie”, explica. Vive soltero, con su madre anciana. Allí piensa “cosas
extrañas” que no comenta con nadie, son “sus manías”. Cosas que lo angustian y
lo entristecen pero le salva pensar que a la mañana siguiente volverá a su
puesto de trabajo y las ideas se evaporarán.
Como
han señalado muchos autores contemporáneos (Bauman, Han, Sennett), la exigencia
de rendimiento que nuestra sociedad, más que ninguna otra antes, pone en primer
lugar, termina cansando al sujeto. La ruptura de los vínculos, la soledad, la
angustia, el recurso a tóxicos u otras adicciones o el burn-out en el trabajo son
algunos de los síntomas de nuestra época
y de las repercusiones en los individuos contemporáneos.
El
psicoanálisis orientado por la enseñanza de Jacques Lacan propone una
conversación a aquellos y aquellas que quieran defenderse y saber algo más de
su sufrimiento, de eso que les pasa en el cuerpo, que los angustia y altera su
humor. Para ello hace falta establecer un vínculo que pase por la palabra –a
eso le llamamos transferencia- y que les ayude a “leer” su realidad para, a
partir de allí, decidir qué quieren cambiar de su modo de estar en el mundo y
con los otros.
La primera
“solución” la encuentra siempre cada uno, como Eduardo. Es su solución
singular, distinta a la de otros. Una solución que es como una invención, hecha
con los materiales que tiene cada uno y que ha ido recibiendo y recogiendo en
su vida y con los otros. Para algunos es el trabajo lo que les da un lugar en
el mundo, para otros es la vida familiar, el cuidado y disciplina del cuerpo,
el estudio o simplemente un hobbie, compartido o no. Estas soluciones no son
para siempre, a veces se producen desenganches y desconexiones de las personas
y es necesario un tiempo de conversación con un psicoanalista para “producir”
un nuevo anudamiento que les ayude a seguir con sus vidas.
Lacan
decía que “Todo el mundo es loco” sin por ello suponer que hubiera una psicosis
generalizada. Lo que quería decir es que cada uno debe ocuparse de sus
fragilidades y para ello producir sus invenciones más o menos logradas.
Invenciones un tanto delirantes para conciliar su cuerpo con una satisfacción
que no lo aísle del mundo y de los otros.